domingo, 11 de noviembre de 2012

Dama misteriosa.


Dama misteriosa.

 

-Imagino… solo imagino.-

 

Dama misteriosa que ocultas tu rostro a mi presencia,

haciendo que mi pensamiento en vano te imagine,

te dibuje con finos trazos, inventando los detalles más hermosos de tu ser.

 

La obscuridad en que te ocultas es el velo que protege,

es un capullo que te mantiene a salvo de curiosas miradas,

que no me permite ver tus ojos y a través de ellos ver la luz dentro de tu alma.

 

Dama misteriosa que mi canto nocturnal has escuchado,

obséquiame tu risa y con ella la paz de tus encantos,

alegra mi mirar con la luz y la esperanza que guardas en tus ojos,

permite dulcemente y con amor besar tus labios rojos.

 

Carlos Eduardo Lamas Cardoso.

Derechos reservados.

 

 

 

 

 

 

viernes, 26 de octubre de 2012


Pienso en ti.



No se que pienso cuando pienso en ti.

Se arremolinan mis sentimientos y chocan entre si.



Y no soy yo si no te miro,

ya no soy yo si tu no estás.



Te vivo, te siento, te respiro.

Te has metido en mi por cada espacio de mi piel.



Al pensarte mi mundo se embellece,

al pensarte mi cuerpo encuentra paz,

por eso quiero tenerte siempre en mente,

por eso nunca te dejo de pensar.



Carlos Eduardo Lamas Cardoso.

Derechos reservados. Registro ante INDAUTOR de la SEP.
¿Que nos paso?

.

Del amor al desamor, de la alegría a un profundo llanto,

de la risa hacía el quebranto que marchita el corazón.

.

Sabor dulce que se ha hecho amargo.

De tiernas miradas a la absoluta indiferencia,

de boca a boca a darnos las espaldas.

De silencios mutuos y pasión guardada.

.

¿Que nos paso y en que momento?

¿Con que razón o fundamento?

.

¿Es que no nacimos el uno para el otro?

¿o acaso nuestro amor fue una mentira?

¿acaso nuestros cuerpos se entregaron falsamente

creando ilusión y fantasía?

.

Hoy nuestros caminos se han quebrado,

abriendo un abismo entre los dos.

Lo que fue dejó de ser;

las palabras en palabras se han quedado;

promesas incumplidas y destinos apartados.

.

¿Que nos paso y en que momento?

.

Carlos Eduardo Lamas Cardoso.

Derechos reservados. Registro ante INDAUTOR de la SEP.
No estoy.



Me asomo por un rincón de tu mirada,

me atrevo y me meto en tu ser.

Me busco en tu corazón sin encontrarme,

hiere el vacio.



Tus promesas de amor fueron falsas.

Mi recuerdo no vive en tu ser.

Esta lleno de nombres comunes,

que borraron mi nombre y te dieron placer.



Carlos Eduardo Lamas Cardoso.

Derechos reservados. Registro ante INDAUTOR de la SEP.

martes, 28 de agosto de 2012

Rey por un día (o algo de tiempo más).


Rey por un día (o algo de tiempo más).
 
Desperté sintiéndome algo raro. Tuve un sueño extraño del cual no logro recordar detalles. Pero sé que fue algo completamente diferente. De pronto me doy cuenta que no estoy en mi cama, desperté en una grandiosa cama suave y mullida, de rojas sabanas de seda y cobijas de diferentes pieles. Tiene en sus esquinas unos hermosos y altos postes de caoba tallada con diferentes motivos, y sostienen un fino y delicado tul que me protege. ¿Seguiré soñando? Porque de verdad que esto no parece un sueño.
Quisiera ya bajar de la cama, pero es tan suave y cálida que no me dan ganas de moverme de aquí. Escucho algunos pasos lejanos, pero que se acercan poco a poco, parecen ser muchas personas, y escucho que alguien toca una puerta. Debe de ser aquí, porque los golpes se escuchan muy cerca. Trato de ubicar donde se encuentra el acceso, pero estoy completamente perdido en este mundo rocambolesco que no es el mío.
De pronto escucho una voz llena de preocupación, casi al borde del grito –Mi señor, ¿Se encuentra bien? -¿Mi señor?-, pues no tengo ni una vaga idea de que es lo que pasa, pero tampoco tengo tiempo para buscar una explicación, ya que de pronto escucho el abrir de las puertas y sin saber cómo ni de donde, aparecen varios personajes vestidos con rara y colorida indumentaria. Diríase que son pajes de algún cuento de princesas. Esto cada vez es más intrigante.
A la orden del que viene al frente, estos “pajes” o “pajecitos”, porque son realmente pequeños, abren como uno las cortinas y permiten el ingreso a la habitación de los rayos del sol, tan fuertes y tan llenos de brillo, que no me queda más que enterrarme nuevamente en las cobijas, tratando de cubrir mis ojos. Pero el que viene al mando pregunta nuevamente,- Mi señor, ¿Se encuentra bien? Son casi las doce del día y usted sigue en cama, ¿Todo bien?-
Me atrevo a asomar la cabeza lentamente, mis ojos exploran esta grandísima habitación, que no deja de darme sorpresas. Grandísimos ventanales, amplias y espesas cortinas de terciopelo azul. Roperos altísimos como nunca había visto jamás. Al centro de la habitación se encuentra una mesa de mármol sostenida por tres colmillos de elefante. No dejo de asombrarme de toda esta extraña situación.
Termino de inspeccionar la recamara, cuando observo al jefe de los “pajecitos” mirándome de forma extraña, diríase que de la preocupación pasó al enojo y me mira fijamente. – Es hora de su baño Mi Señor, el agua se encuentra lista y las doncellas también. ¿Entendí bien? Ahora resulta que me quieren bañar y casi a rastras me sacan de la cama para acompañarme a un cuarto adyacente, donde aprecio una bañera, o mejor dicho debería de decir una piscina, llena de agua caliente, y esto lo aseguro por el vaporcito que flota por arriba del agua. En los cuatro extremos de la mencionada bañera, se encuentran las “Doncellas” vestidas solamente con un ligero pareo transparente. ¡Sí! Debo de estar soñando.
Una de ellas toma la iniciativa y se mete poco a poco a la bañera, descendiendo lentamente por unos escalones que no había visto. Cuando tiene medio cuerpo dentro del agua, voltea y me extiende el brazo, como invitándome a acompañarla. Mientras me acerco, los pajecitos se apresuran a tomar mi camisón (¿desde cuándo utilizo camisón?), y rápidamente quedo como Dios me trajo al mundo. EL agua en mi cuerpo produce una agradable sensación. La doncella toma mi mano y me acompaña hasta lo más profundo de la tina, bañera o lo que sea que es esto. Ya ahí, se sienta y me pide que me acomode de espaldas entre sus piernas, con mi espalda recargada en su pecho. Bueno, está bien. Ya que me queda sino acceder a sus deseos. Una vez bien acomodado, las otras chicas, perdón, son Doncellas, bueno, ellas, ingresan y se acomodan a mi rededor, y en ese momento inició el sacrificio, ya que comenzaron a enjabonar todas las partes de mi cuerpo, y que conste, digo todas las partes de mi cuerpo, sin dejar de tallar nada para que quedara yo reluciente de limpio y fresco. Después de varias talladas y enjuagadas. Alguien grito: ¡Suficiente! Esa fue la señal para que mis bellas acompañantes salieran apresuradamente del agua y el jefe de los pajecitos me extendiera una toalla. Con la cual me envolvieron como bebe y me acompañaron a la habitación donde desperté esta mañana.
Una vez seco de pies a cabeza, inició otra procesión, esta vez para vestirme. –Yo me puedo vestir solo, les grite- pero ellos no me hacían caso, hasta que de pronto, un grito fuertísimo salió de mi ronco pecho para decirles que yo lo haría solo. Todos se quedaron quietos. A algunos pajecitos hasta lágrimas les salieron de sus ojitos. ¿Habré exagerado? No importa, lo importante es que me dejarán vestir solo. AL ver el vestuario que me ponen enfrente casi me desmayo, o me da un infarto o algo. ¿Qué es todo esto? ¿Medias? Yo no uso medias, y menos de color rojo brillante. ¿Y estos shorts esponjosos de color dorado? ¡No por favor! ¡Quiero mis jeans y mi playera estampada con el logo de KISS! Pero no me queda más que rendirme a sus deseos y permitir que ellos me vistan. Por lo menos, algunos recuperaron la sonrisa.
-¡Ah no! ¡Eso si que no! No usaré una faja. Más que faja parece corset. No señores, no la usaré-. El paje mayor me hace una seña indicando mi estomago. ¡Por Dios! ¡Tengo una tremenda barrigota! No lo había notado, pero tengo que reconocer que estoy más que panzón. Esta es una panza prominente, bien cuidada y consentida. No me queda más remedio que permitir que me pongan dentro del corset. Es un martirio. Lo han apretado tanto que apenas y puedo respirar. Pero el resultado no es tan malo. Logra disimular la panza en un gran porcentaje. El toque final lo da una peluca, de rizados caireles que me llegan a media espalda y de un color gris. Qué imagen tan surrealista es la que veo en el espejo.
Una vez vestido y perfumado. Toda esta corte de lambiscones, perdón, de pajecitos me acompaña por un grandísimo pasillo, que parece no tener fin, al igual que mis interrogantes.
Comienzo a percibir algunos olores que me abren el apetito. Huele delicioso conforme nos vamos acercando. Cruzamos el umbral hacia otra gran habitación. No puedo evitar mirar con sorpresa. Es un grandísimo comedor. La mesa tiene como doce metros de largo y tres de ancho. Es madera muy gruesa y se ve muy viejo, pero muy bien cuidado. Ahí sobre la mesa, se encuentran dispuestos y esperándome deliciosos manjares. Quesadillas de papa y huitlacoche. Pancita calientita, tacos de barbacoa, bisteces a la mexicana, huevitos rancheros, tocino, y frijolitos de la olla con epazote. En una de las esquinas pude ver a una dama preparando tortillas de mano para acompañar lo que me apetezca. Parece que van a alimentar a todos los pajecitos y a las doncellas, pero me doy cuenta de que únicamente hay dispuesta una gran silla. Muy cómoda por cierto. –Así que todo esto es para mí solo- ¡Pues a darle que es mole de olla!, como dicen en mi rancho.
Con razón la tremenda panza que me cargo. Comí de todo y en buenas proporciones. Seguramente la barbacoa la trajeron de Pachuca y el huitlacoche de San Martín Teotihuacán, porque todo estaba muy sabroso, delicioso, y hasta ya tengo ganas que sea la hora de la comida, porque si esto fue solo el almuerzo, ya me imagino más tarde. Tal vez me sirvan tlacoyitos de Tlaxcala rellenos de polvo de habas y de garbanzo. Turcos de Linares Nuevo León y unas buenas acamayas de Jalcomulco, Veracruz.
El jefe de los pajecitos, que ahora sé que es mi paje principal y se llama Merlín Gómez, me comenta que es hora de mi caminata diaria. Eso está bastante bien, porque así como almorcé, una caminadita no me hace daño, al contrario, hay que hacer hambre para lo que viene.
Así que heme aquí, saliendo por una puerta inmensa que se abre a mi paso mientras alguna especie de soldados de la guardia Suiza me saludan con disciplina y reverencia.
Al salir no puedo dejar de asombrarme. Veo unos maravillosos jardines y fuentes de aguas claras donde nadan infinidad de peces de llamativos colores. Árboles gigantes de troncos tan gruesos cono el árbol de tule, en Oaxaca. Es un paisaje tan bello y maravilloso, que no quisiera dejar de verlo nunca. Pero hay que caminar y ni modo. De pronto se aparece un paje llevando las correas de dos hermosos perros xoloitzcuintle, los cuales me saludan y me ladran demostrando su gusto de verme. Supongo que son de mi propiedad, se dejan acariciar y me halan hacia los jardines, como si esto lo hicieran todos los días.
Iniciamos la marcha, los perros contentos y yo satisfecho de caminar. A mi lado Merlín camina siempre vigilante, como si esperara que alguien o algo de pronto se apareciera en el camino. Pero el camino es tranquilo y no hay nada de qué preocuparse. Después de una media hora de caminar, es el momento de regresar, así que cambiamos el rumbo y nuevamente en el día me da casi un infarto. Al fondo, por el camino por donde venimos, se aprecia la figura del más grande y bello castillo que mis ojos hayan visto jamás. He de comentarles que en mi vida solo he visto el castillo de Chapultepec y el castillo de san Juan de Ulua, pero esto que ven mis ojos es maravilloso. Se ve que es un gran castillo, y con unas torres altas cubiertas por sus tejas rojas en forma de cucurucho invertido.
¿Castillo?¿Pajes? ¿Doncellas? Todo me indica que en ese castillo vive un rey, y ese rey soy yo. Con razón me tratan con tanta cortesía y todos están para servirme.
El silencio lo rompe mi paje principal cuando me dice – El día de mañana será muy especial para usted Mi señor, será el gran baile donde podrá elegir a su futura esposa y reina- ¿Y a quienes habeis invitado? O ¿Quiénes vendrán? Para que mejor me entiendas- pregunté. –Pues como usted lo sabe Mi señor, todas las mujeres en edad casadera están invitadas, por tradición, pero hemos extendido invitaciones especiales a algunas de ellas, de acuerdo a sus deseos. –¿Y quiénes son esas afortunadas? Pregunte curioso a Merlín. A lo cual me contestó sin ningún tipo de emoción en su voz – Recibieron invitaciones especiales las hermanas López, de la comarca de Tacuba, la güera Domínguez, de Azcapotzalco, Margarita, la hija del herrero, de Mixcoac y Susanita, que es la mujer más deseada de la región y parece que se guarda virgen y pura para usted. Ah, también invitamos a todas las chicas de la Merced, para que los demás invitados tengan con quién bailar-.
Que desesperación, tener que esperar hasta mañana para conocer a todas ellas, que según lo que me dice y cuenta mi leal paje, ni a cual irle de chulas y hermosas que están todas. Pero no me queda de otra sopa, tendré que ser paciente para conocer el amor.
Antes de comer, me llevaron a mi oficina. Está ubicada casi en lo más alto de la torre principal. Son casi trescientos escalones en forma de caracol. Afortunadamente, por la parte exterior de la torre, existe un elevador Otis, panorámico que me lleva en forma directa hasta lo que es mi grande y lujosa oficina. Si no fuera así, seguro que no tendría eta panza o quizá, ya hubiese cambiado la ubicación de la oficina hasta la parte baja del castillo.
Lo primero que llama mi atención al entrar, es la hermosa panorámica del valle de México. Parece uno de los cuadros de José María Velasco. Desde aquí se aprecian los volcanes Popocatepetl e Iztlazihuatl. Así mismo puedo ver las torres de la catedral, la torre de Pemex, El volcán Ajusco y hasta la zona de Santa Fe y sus modernos edificios.
Una vez extasiado del bello paisaje, me dispongo a revisar los asuntos de estado. Para ello están presentes otros ayudantes, cada uno experto en campos específicos que requieren atención inmediata.
Y así paso mi tarde, revisando asuntos de interés general, resolviendo controversias entre particulares por problemas de tierra o de animales, dándole a cada quién lo que es justo. Todo mundo queda complacido con mis acuerdos y con mis decretos, por lo que seguramente soy un buen rey que sabe estar a la altura de las necesidades de su pueblo.
Todo esto ha sido extenuante, me ha visitado mucha gente y entre que saludan, se hincan, se levantan, hacen reverencias y me comentan su problema, la tarde ha pasado rápidamente. Es tiempo de la comida. Así que nadie se salva de bajar sus trescientos escalones, pero yo como rey que soy, utilizó el ascensor y en medio minuto ya estoy en la parte baja, sin derramar una sola gota de sudor.
La comida es exquisita y es cuantiosa. Este debe de ser un país de muchos recursos y seguramente los sabemos aprovechar muy bien. En esta ocasión, la comida la realizo acompañado de un sin número de personas que son allegadas a mí. A mi derecha siempre atento a mis necesidades se encuentra Merlín, y los demás, quién sabe quiénes son, pero parece que los conozco muy bien, porque me hablan con mucha confianza y candidez.
La comida fue maravillosa y muy sabrosa. Trajeron carnitas de los Tres cuinitos, de la colonia Guerrero. Sándwich de carne cruda de la cantina Salón Luz, del meritito centro de la ciudad, y chicharrón y pápalo de Xochimilco. Así que todos comimos hasta decir basta.
A pesar de ser un día maravilloso, ha sido muy cansado y se lo hago saber a mi fiel acompañante Merlín. Quién presto da unas órdenes a algunos de sus ayudantes para que vayan de inmediato preparando mis aposentos.
Estoy ansioso por dormir y despertar para la gran fiesta.
Ya me encuentro en mi lujosa habitación, donde me esperan mis cuatro bellas doncellas para desvestirme y acompañarme esta noche en que me despido de mi soltería. Ellas están dispuestas a cualquier cosa y así me lo hacen saber. Las encuentro vestidas solamente con breve ropa interior de encaje seleccionadas del catalogo Ilusión, y se ven hermosas. Me quitan con cuidado y amorosamente los 20 kilos de ropa que llevo puesta, hasta quedar como Adán. Ellas delicadamente también se despojan de sus prendas y me toman de las manos para dirigirnos todos a la exquisita cama. Una vez ahí tendido, comienzo a sentir cálidos besos y caricias. Antes de poder corresponderles como se debe, caigo en un profundo y reconfortante sueño.
¿Despertaré mañana en esta misma cama y en esta misma realidad? ¿Encontraré finalmente a la mujer de mis sueños?
A las siete de la mañana escucho el pitido del tren que llega a la estación Buenavista y despierto rápidamente, este día merece disfrutarse desde temprano. Así que sin esperar a Merlín o a los pajes, me levanto de la cama y me dirijo a toda prisa al baño, donde encuentro a mis doncellas ya listas para mi acostumbrada limpieza matutina. Todas tienen cara de enojo e insatisfacción y me recriminan mi bajo nivel de libido de la noche anterior. Pero es tanta mi felicidad que simplemente me dejo bañar sin hacer caso de sus facciones endurecidas. Ellas se cobran caro la ofensa, tallando mi cuerpo con un coraje y fuerza tremenda. Pero aguanto a pie firme como hombre y rey que soy. Este día no debo de tener problemas o preocupaciones.
Trato de vestirme por mi mismo, pero es inútil, estas ropas extrañas no las entiendo. Me veo en la necesidad de llaman a Merlín y su corte de pajes, que llegan presurosos y asombrados por la desmañanada que les he puesto.
Merlín me informa que hoy tendré que usar el traje de gala, que es muy similar al del día de ayer, solamente con algunos pequeños cambios en el color y el uso de una gran capa de terciopelo rojo,  que tiene algunas incrustaciones de piedras preciosas y en sus bordes plumas blancas de aves exóticas como colibrí, faisán y pavorreal. Puedo soportar fácilmente el uso de las medias y de las zapatillas estilo bailarina. Puedo soportar el uso de los dorados y esponjosos pantalones cortos y la blusa con holanes en el pecho y en las mangas, por más ridículo que me vea. Pero el corset, es insoportable, quisiera dejar de usarlo, pero mi estimado Merlín, siempre atento, me hace saber que sin éste no entraría en mis ropas, por más holgadas que se vean. Ni modo, no me queda de otra más que dejar que me hagan prisionero de las cuerdas de la dichosa faja.
Ahora sí, estoy listo para mi almuerzo. Café de Chiapas, Huevos motuleños, frutas y yogurth, eso fue todo porque no quiero excederme para no quedar mal como anoche. Lo bueno que por decreto las doncellas no mancharán mi buena reputación.
A medio día estoy en el salón principal del castillo, donde en unas horas iniciará el gran festejo. Yo me siento ansioso y listo. De hecho, estoy desesperado. He visto a todo el personal del castillo trabajando arduamente para lograr un hermoso decorado del salón y lo están logrando. Ni en el cuento de la cenicienta estuvo tan lindo el salón de baile.
Para hacer un poco menos aburrida la tarde, voy a caminar con mis perros por los jardines del castillo. Son tan grandes que hay algunas partes que no conozco aun. Así que decido pasear por la zona más alejada e internarme en el pequeño bosque con el que colinda el castillo. Así que aquí estoy, en mi segundo día de este sueño, pesadilla o lo que sea que sea o vaya a resultar.
De pronto escucho pasos que me siguen, se escuchan muy tenues pero los puedo escuchar claramente. Vienen de mi costado derecho. Detengo la marcha, los perros olfatean inquietos pero no ladran, Yo sigo escuchando ruidos cada vez más cercanos. De pronto veo que algunos matorrales se mueven y algunas ardillas, conejos y hasta un venado salen corriendo despavoridos. El miedo me invade al ver a mis pequeños cachorros echados con la cola enroscada entre las patas.
Desenfundo la espada de honor que cargo al cinto y que hace que mi esponjoso pantaloncito me caiga hasta un poco más abajo de la cadera, no tiene filo pero se ve lo suficientemente amenazante como para que le piensen dos veces. Los pasos se escucha más claramente. Y ahí, de pronto, tras las ramas de algunos arbustos, alcanzo a distinguir la figura de una dulce y tierna viejecita (no sé qué tan dulce o tierna sea que los animalitos del bosque salieron despavoridos). Retorno la espada a su lugar, no sin antes darme tres buenos pinchazos en la cadera y otro más en la pompa. Me sereno y espero. Ella llega y se postra a mis pies diciendo – Oh, rey de estas hermosas tierras, mi señor, he esperado tanto tiempo para poder estar frente a ti… he sido expulsada y humillada muchas veces a las puertas de tu hermoso castillo, y hoy de pronto, de me encuentro contigo- Esto lo dijo al tiempo de hacer una graciosa reverencia. La viejecita se quedo encorvada, como que no tenía fuerza para levantar el torso nuevamente. Mi mamá me enseño que hay que ayudar a las personas mayores, y esta es una muy buena oportunidad. Así que me acerco a ella y la ayudo a recobrar la posición recupera 10 grados de inclinación, 20 grados, sigo intentando hasta que siento que la he lastimado. Se queda con unos 20 o 25 grados hacia abajo, pero esa ya es su postura normal.
Con mi mejor acento de rey, pegunto: - ¿y qué puedo hacer por ti, adorable viejecita?- Ella me mira fijamente a los ojos y sin pensarlo dos veces me dice -¡Bésame! Bésame oh rey mío, bésame por favor. – Pero estas loca mujer, como voy a besarte, y mucho menos hoy que estoy en espera de la mujer que voy a amar toda la vida.- El rostro radiante de la adorable viejecita cambió en menos de un segundo, dando paso a una cara de tristeza profunda. Me hizo sentir tan mal, que de inmediato agregué – No sufras abuelita, voy a hacer algo por ti. Ve al castillo y pregunta por Merlín Gómez, es mi ayudante y dile que yo te he mandado con él. Que te den un buen baño las doncellas y te proporcionen ropas limpias, serás mi invitada ésta noche en la gran fiesta. Para que Merlín te crea, toma este anillo y le dices que yo te lo di.
La viejecita no cambió mucho su triste expresión, pero finalmente, tomo el anillo y girando en sus cansados pies se alejo por donde vino. Al alejarse, los perros recobraron su postura normal y movían la cola contentos. Las aves siguieron cantando y las ardillas y conejitos correteando en completa felicidad. ¿Será que estoy en dentro de un cuento de brujas o algo así? Que importa, hoy para mi es mi gran noche, como dijo Raphael.
Así que un poco cansado e intrigado por tantas cosas, regreso al castillo. Los guardias me reciben con su saludo y yo pienso que solo les hace falta tener la nariz roja e irse a un circo a trabajar. Me dirijo a mi habitación para tomar una breve siesta antes de la fiesta.
AL cabo de unos minutos, Merlín me despierta con breves susurros. La hora ha llegado, necesitamos desempolvar la corona porque esta noche la usaré todo el tiempo que dure la fiesta, y según me dice, será hasta entrada la mañana.
Mientras me pruebo la dichosa corona, que por cierto es de oro puro de 18 Kt. Y pesa como tres kilos, no puedo dejar de hacer cuentas de cuánto dinero me darían si la llevará a empeñar al Monte de Piedad, porque muy rey muy rey, pero no cargo en los bolsillos ni un solo peso. Bueno, ni bolsillos tiene mi ridículo short.
Merlín aprovecha para darme las últimas novedades de la gran celebración. La comida fue cambiada porque los del Pozolcalli no tenían la capacidad de servir los más de dos mil platos de pozole que se le solicitaron. Entonces se contrato a los tacos del Tizóncito, que tienen la capacidad de atender a todos los invitados de honor esta noche. Así que no hay pozole, pero si unos buenos tacos de pastor con su buena salsita.
Otro problema que se presento, fue el sonido, a pesar de que ya se les había dado un adelanto en coronas, el Sonido La Changa se hizo ojo de hormiga y no se presentaran. En cambio, se llegó a un acuerdo con el Sonido Polimarch y de hecho ya terminaron de instalar su equipo en el salón.
Después de escuchar las novedades, me encuentro listo para poder bajar al salón. Pero tengo que esperar a mis Doncellas para que acompañen mi paso y vayan tirando a mis pies pétalos de rosas frescas.
El momento ha llegado, según los informes, el salón se encuentra repleto de mujeres solteras en su mayoría. También están los papás de ellas y los amigos. Esta personal de Ventaneando y La oreja, todos listos con sus cámaras y micrófonos para tratar de dar la mejor cobertura posible.
Inicio mi camino, las doncellas van delante de mí regando los pétalos de las rosas, cuyo aroma se va desprendiendo con mis pasos. Siento en mí un mar de miradas y las piernas me tiemblan un poco, pero me repongo rápidamente diciéndome: -Esta es mi noche, esta es mi noche-
Finalmente llego al salón. Qué maravilloso decorado. Es fascinante el trabajo que hicieron para lograr este bello resultado.
Las doncellas me acompañan hasta la mesa de honor, donde se encuentran algunos de mis ayudantes más cercanos. Sin embargo, junto a mi no se encuentra Merlín. Se encuentra la adorable viejecita que conocí en el bosque y que yo mismo había invitado. Me miraba con gran admiración. Ya bañada y con ropas limpias se veía diferente y tenía algo que me hacía voltear a verla muy seguido.
Se escucho la voz impresionante del maestro de ceremonias: -Señoras y señores, damos inicio a la magna celebración del nuestro rey Eduardo sin número (ese soy yo).
Sin más, inició la música y de pronto la pista de baile se encontraba llena de parejas. Las chicas de la Merced no perdían oportunidad de bailar y vender la ficha. Las muchachas más modositas se encontraban con sus familias, a la espera de que iniciara el baile estelar, donde yo tenía que ir sacando a bailar a cada una de las mujeres hasta decidirme por alguna de ellas. La más bella seguramente. A las diez de la noche la música hizo una breve pausa, anunciando el evento principal de la noche. Tomé aire esperando escuchar mi nombre para pararme firmemente y con categoría, pero ese momento aun no llegaba. Lo que anunciaron fue que ya podían pasar por sus taquitos. Así que todo mundo se fue a hacer fila para recibir sus dos órdenes de tacos. Para servir a toda la gente se tardaron como dos horas. Así que a media noche, inició el famoso bailable de búsqueda.
Una por una fueron pasando por mis brazos las muchachas casaderas, unas bonitas y otras igual. Otras de bellos ojos, o bellos cuerpos. Con sonrisas fingidas y caras demasiado pintadas. Pero ninguna me alegraba la pupila. Así se fue la madrugada, bailando entre no sé cuantas mujeres que querían convertirse en reinas. Pero no, desafortunadamente ninguna me cuadraba. Ni la güera ni la morena, ni la rubia ni la pelirroja. Todas ellas tenían un aire de falsedad que se podía distinguir a la distancia.
Cuando finalmente di por terminado el baile, mis pies parecían sapos inflados, ya no podría bailar una sola pieza más. Estaba agotado de tanto rap, hip hop y desde luego, del perreo. Pero afortunadamente cumplí con la tradición de bailar con todas y cada una de las mujeres antes de tomar una decisión. Me fui al centro de la pista y fui girando, tratando de ver una cara cordial y sin rastros de ambición. Pero fue inútil. Levante lentamente la mano y extendí mi dedo índice, para señalar a cualquiera de ellas, en verdad no me importaba cual de todas ellas fuera a ser.
Antes de señalar a nadie, se escucho una voz desde la mesa de honor, diciendo:
- Un momento, que falto yo- Todos los rostros voltearon al mismo tiempo a ver a la dulce viejecita que desde su lugar solicitaba bailar conmigo.
Merlín intervino rápidamente para desestimar su petición, pero la viejita recurrió a la tradición diciendo que era obligación del rey bailar con cada una de las mujeres casaderas presentes, y ella estaba ahí. Me sentí acorralado y grite mi decisión de aceptar, finalmente era solo un baile más. Trate de acercarme a la mesa para sacar a bailar a la viejecilla, pero mis pies se rehusaron a obedecer, estaban tan inflamados de tanto baile y tantos pisotones, que no podía dar un paso más. Estaba en un gran dilema. La tradición marcaba que con todas, y sin pretexto, y yo tendría que cumplir. Pero mis pies ya no podían más. No alcanzarían a dar un solo paso de baile más.
El silencio en el salón era impresionante. Solo se escuchaban algunos eructos, señal de que la taquiza estuvo muy sabrosa.
Una exclamación de asombro se escucho en todo el salón, al ver que la viejecita se ponía de pie y se dirigía a mí. El sonido se preparo para una canción más. Al llegar hasta mí, se escucho música lenta, no sé si pensaron en ella y su edad indeterminada o en mis pies. Ella pidió silencio con los brazos en alto. Trato de hablar pero como no se le escuchaba, le entregaron un micrófono. Ella lo acerco a sus labios y habló estas palabras: Oh rey mío, amado de toda la vida, has hecho bien en no elegir a alguna de estas lagartonas, trepadoras que solo tienen interés en ti por las posesiones de tu reino, por el oro y por salir en TV Notas. Bien has hecho rey mío. Escucha pues con atención, si de verdad quieres conocer el amor, tendrás que regalarme ese beso que por la tarde te pedí. De no hacerlo así, tu reino y tu poder pasara a malos de una bruja convertida en reina. Está es tu verdadera única oportunidad de que hagas algo por ti y por tu pueblo. Si miento, podrás encerrarme de por vida en los separos de la judicial que se encuentran en los sótanos del castillo. Bésame ahora o arrepiéntete toda la vida-.
El silencio era sepulcral, nadie sabía que pasaría a continuación. Yo podría simplemente elegir a la mujer que quisiera de entre todas las presentes, o antes de eso besar a la viejita y ver qué pasaba…
Silencio. Pasaron algunos segundos que parecieron horas para todos los presentes, y fue cuando me decidí, di un angustioso paso al frente, y tomando el rostro arrugadito de la viejita entre mis manos, me agache para besarla. Fue un beso tierno y amoroso que pronto se convirtió en un beso apasionado y desesperado. El salón del castillo se iluminó con luces que no eran del sonido y todo mundo tuvo una sensación reconfortante. Fue un beso prolongado que tenía el sabor de aquellos besos que en algún tiempo pasado disfrute. Fue un beso maravilloso y mágico. Que explotó en mil luces de colores y en bellas melodías.
Al retirar mis labios de los labios de la viejecita, encontré tu rostro entre mis manos. Hermosa, linda y radiante, luciendo tan bella como solo bella tú lo puedes ser. Eres tú la mujer que será mi reina. Eres tú la mujer que tanto esperé. Pero, ¿cómo es esto posible? La explicación la escuche inmediatamente y de tus labios: - Sabiendo del amor y la atracción que desde hace mucho tiempo nos unió, la güera Domínguez hizo un maléfico plan para sacarme de tu vida. Ella acudió con un brujo de Catemaco y me hicieron un trabajo de brujería. Al poco tiempo mi cuerpo empezó a envejecer, hasta convertirse en lo que antes viste, una vieja. El único modo de romper con el hechizo, era con un beso de amor de tus labios. Pero como te comenté, muchas veces fui echada del castillo sin tener la oportunidad de verte siquiera. Ahora el maleficio se ha roto y se revertirá para la güera Domínguez.
Absolutamente todos voltearon a la mesa de la Domínguez, quién poco a poco iba perdiendo su jovialidad y su belleza, para convertirse en una vieja fea y amargada. Ese sería su castigo.
Llegó a continuación el sacerdote que oficiaría la misa de bodas y todos fueron testigos de nuestro matrimonio. El pueblo festejó continuando la fiesta por algunos días más.
Lo que no pudieron observar, fue nuestra mañana de bodas, porque de inmediato salimos a la rivera maya a pasar unos días de luna de miel.
En el castillo nos esperan ansiosos. Nuestro reino ahora tiene a la más bella de las reinas. Si es un sueño o una realidad, qué más da. Lo importante es que estamos juntos y pronto llegará nuestro heredero.
Y así, vivimos felices por una eternidad.
Carlos Eduardo Lamas Cardoso.
Derechos reservados.
 

martes, 21 de agosto de 2012


Romelio y Juliota.

Se conocieron una fría tarde de invierno.  La nieve apenas calmaba su sed y su hambre. Juliota era de una familia que nunca la quiso, solo porque tenía un ojo desviado y una pierna un poco más grande que la otra. La diferencia no se notaba si uno veía hacia otro lado. Además contaba con una pequeña joroba, o al menos era pequeña cuando tenía como diez años, porque ahora a sus 28, se notaba como la misma joroba de un toro cebú.

Romelio era otra historia. Él fue un niño consentido y mimado. Nació en una buena familia y dormía entre sábanas de seda. Su padre lo adoraba pues era su único hijo, el heredero. Desafortunadamente para Romelio su amado padre falleció cuando él tenía solo ocho años. Unos años después, su madre se casó nuevamente y opto por atender más a su marido que a su hijo. A los once años tomo la decisión de abandonar el hogar.

Juliota se integro a la pandilla de los Montesitos, una banda de pequeños malandrines que se dedicaban a la mala vida; Viviendo en las alcantarillas del pueblo de Chipilo, Puebla. Eran una lacra de la sociedad. Ella, como la única mujer de la pandilla, fue convirtiéndose en el objeto del deseo de todos y cada uno de los Montesitos. Pero ella no se dejaba tocar ni la puntita de la joroba. Se había convertido en una mujer de cuidado, y no porque tuviese el ojo desviado dejaba de ser peligrosa con los puños, las dagas e incluso, con pistolas hechizas que ella misma fabricaba. Cuando tenía que apuntar, veía doble, pero tiraba en medio y asunto terminado. Así se había escabechado a varios cristianos que en mal momento se cruzaron en su camino. No era la líder de la banda, pero si era a la que todos le temían.

Romelio se integro una banda contraria y enemigos de muerte de los Montesitos. Se hacían llamar los Escapularios, entrones y salvajes. Eran jóvenes que no le temían a nada ni a nadie. Ellos no necesitaban pistolas ni cuchillos. La saña de sus puños y de sus patadas hacia el trabajo.

Los Escapularios y los Montesitos se habían enfrentado muchas veces. Peleaban por mantenerse como líderes del crimen desorganizado y libre. Las bajas fueron varias y constantes de un lado y de otro.

Pero como les comentaba al principio, Romelio y Juliota se conocieron en una fría tarde de invierno. Cuando casualmente ambos robaron a un nevero de la carretera unos litros de nieve de piñón, que por cierto, es muy sabrosa y muy reconocida en la región.

Al esconderse del enfurecido nevero, ambos fueron a parar a una casucha abandonada. Romelio llegó primero porque la cojera de Juliota le impedía ser tan veloz como el primero. Pero afortunadamente llegó. Y ahí se mantuvieron ocultos toda la tarde y noche.

Ambos se reconocieron como miembros de bandas rivales. Por un momento Juliota tuvo la intención de despacharse a cuchilladas al Romelio. Pero los gritos del nevero que los buscaba hizo que ambos guardaran silencio.

El primer gesto de amistad lo tuvo él para con ella. Le ofreció la cucharita para comer la nieve, ya que al correr, la de Juliota se había caído y no tenía con que comer su sabroso botín.

Ella acepto tímidamente en un inicio. Pero después se olvido de la rivalidad y se concentró en su nieve deliciosa. Una vez que terminó. Regreso a Romelio la cucharita, pero éste ya no la necesitaba porque su nieve ya estaba un poco derretida y se la tomaba a sorbitos.

Al caer la noche, ambos sintieron el intenso frío de la región. Como el pueblito se encuentra casi a las faldas de los volcanes, se sentía un frío congelante, hiriente en cada bocanada de aire que llegaba a sus pulmones.

No encontraron nada con que taparse, y la supervivencia es lo primero. Decidieron tratar de dormir abrazados, para brindarse un poco de calor. Y vaya que si se lo brindaron. Ella, que no había sentido jamás la cercanía de un hombre, sintió que no había mujer más bella en el mundo que ella. Se olvido de la joroba y de la pierna grande, o chica, según se vea. Lo bizco no se le olvidaba porque veía doble, pero esa noche esa era su bendición. Ver doble al hombre que la haría mujer. Ver doble el amor que se le ofrecía…

El había tenido varias mujeres antes que ella, claro que todas esas relaciones fueron forzadas y con amenazas de muerte de por medio. Esta era la primera vez que una dama se arropaba entre sus brazos por libre decisión.

Esa noche no sintieron el frío, al contrario, sintieron un mar de fuego en sus adentros. Ambos se atrevieron a dejar libre el instinto natural y se entregaron hasta que la luz del día entró tímidamente por alguna ventana.

Al despedirse, sabían muy bien que su amor no podía ser, que esa historia no tenía continuación. Si eran descubiertos por cualquiera de los integrantes de las pandillas, serían ejecutados por alta traición y desaparecidos en cualquiera de las coladeras del pueblo.

Pero cuando hay amor, ni el peligro de muerte puede alejar a dos seres que se sienten atraídos como el mar a la playa; Como azúcar al café; Como moscas al pastel; Como sol a la mañana… bueno, tal vez exageré, pero así se sentían.

La solución la encontraron en la misma casucha abandonada, donde cada noche iniciaron sus furtivos encuentros de amor. Hicieron su cama con cartones y sus sábanas con papel periódico. No era muy lujosa la cuestión, pero al menos ya tenían un nido de amor para ellos solitos. Ahí se encontraban todas las noches, para amarse y compartir el fruto de sus fechorías.

Romelio la amaba intensamente. Pasaba las horas abrazándola y sobándole la jorobita. Ella se dejaba hacer, como gatito acicalado. Juliota también lo amaba, le decía que lo amaba el doble que el porqué como era bizca, pues doble lo veía y doble lo tenía que amar.

Al pasar algún tiempo y con la desesperación de no poder mostrar su amor abiertamente, por miedo a la policía y a sus compañeros de pandilla, iniciaron a hacer planes para escapar del pueblo e irse para Izucar de Matamoros, en el estado de Morelos. Ahí nadie los reconocería y podrían vivir libremente. Claro que sus planes incluían asaltos y robos, porque ellos no sabían vivir de otra cosa ni de otra manera.

Pero como dicen, uno pone, Dios dispone, llega el diablo y todo lo descompone. No falto quién se extrañara de las ausencias de la Julia y comenzó a preguntar por ella. Así que los Montesitos decidieron elegir al “Sacatripa”, uno de sus elementos más salvajes, para seguir y localizar el nuevo refugio de la muchacha.

Ah, pero el hecho de estar enamorada de Romelio no la hacía descuidarse ni un segundo. De inmediato se dio cuenta de que era seguida y opto por dejar de ir unos días a su casita del amor. Se desviaba para otros rumbos y se dormía en una banca del jardín o bajo de un árbol. Soportaba las inclemencias del tiempo y los mosquitos para proteger a su amado. En esas noches de soledad, ella solía arrullarse diciendo -¡Ay Romelio, Romelio!  Donde estas que doble no te veo.-

El “sacatripa”  contó a los Montesitos que no había nada de extraño, que la Juliota se la pasaba como loca durmiendo por ahí en cualquier lugar.

Sin embargo, las cosas grandes muchas veces pasan por casualidad. Una noche en que algunos miembros de los Escapularios asaltaron a varios parroquianos y la policía les cayó con las manos en la masa, o en las carteras de los asaltados para ser más exactos, dos de ellos alcanzaron a escapar de los macanazos de la tira y corrieron como velocistas hasta ver su oportunidad en aquella vieja casa abandonada. Al entrar vieron dos cuerpos juntitos, abrazados y bien dormidos. El único ruido al interior eran los ronquidos del Romelio, que en una bronca le desviaron el tabique nasal y roncaba desde entonces.

Juliota, al sentir la presencia de los intrusos, instintivamente lanzo su cuchillo al espacio que mediaba entre los dos sujetos similares que veía, haciendo blanco en el corazón y matando a un miembro de los Escapularios. El “Gallito” miembro sobreviviente, se hincó y suplico por su vida, llorando y cacareando como gallina. La Juliota ya tenía listo otro puñal cuando fue detenida por Romelio, quién amorosamente lo retiro de su mano, momento en que el “Gallito” aprovechó para darse a la fuga.

El problema se había complicado. Además del amor prohibido que tenían, ella había matado a un miembro de la pandilla contraria. Eso significaba que en cuanto tuvieran conocimiento todos los integrantes de las bandas. Ellos serían localizados y ejecutados a golpes, patadas, tubazos, cadenazos, piquetes,  y finalmente y por si acaso, un tiro de gracia en la frente.

Se decidieron escapar esa misma noche, pero como no tenían dinero tuvieron que recurrir a una más de sus fechorías. Entraron a un negocio con miras a robarlo, pero en la caja no encontraron ni un centavo. Su desesperación se agrandaba y su tiempo se reducía. Al darse cuenta de que habían entrado a robar a una tienda de disfraces, trataron de encontrar algo que les quedara para poder salir a la calle sin que fueran reconocidos. Pero la joroba de la Juliota los delataba de inmediato. ¡Maldita joroba! Julia nunca había repelado de su suerte pero esa noche maldijo una y mil veces su joroba. Romelio la consolaba, diciéndole lo bonita que era su jorobita y lo mucho que le gustaba.

A las cinco de la mañana, tomaron la temeraria decisión de huir del pueblo. Las calles todavía estaban obscuras y esa sería una ventaja para ellos.

Salieron de la casucha, pero a lo lejos vieron venir tanto a los Montesistos como a los Escapularios, ahora unidos por un mismo motivo, acabar con los traidores. Aquellos que antes habían pretendido a la Juliota se sentían doblemente traicionados y hasta babeaban del coraje que sentían. No podían permitir que ella se entregara a otro, y mucho menos siendo de una banda de malándros contrincante.

Romelio tomó a Juliota de la mano y corrieron, pero la cojera de Juliota les impedía ir lo rápido que ellos hubiesen querido. El cielo aclaraba y pronto no habría lugar para esconderse sin ser vistos. Al pasar por una calle, vieron la puerta de la iglesia entreabrirse y sin ninguna duda ingresaron tan rápido como pudieron.

Se escondieron en un confesionario, tratando de calmar la agitada respiración. Romelio consolaba a Juliota diciéndole al oído que todo estaría bien y sobándole la jorobita. Así transcurrió un tiempo, incluso ya no estaban tan jadeantes como cuando entraron. De pronto escucharon al padre ingresar y abrir la pequeña ventanita que los separaba. El sacerdote dijo –Ave María purísima- a lo que ella contestó, -No, somos Romelio y Juliota padrecito, escondiéndonos de los Montesitos y de los Escapularios, que nos quieren matar solo por el hecho de amarnos-.

El padre ordeno el cierre inmediato de la iglesia y los llevo amorosamente a las oficinas de la iglesia,  donde ellos le contaron su triste historia. El padre los escuchaba sin dejar de llorar por tanta tragedia en dos vidas. Una vez que cada cual conto su historia, el sacerdote sabía que de alguna manera tenía que ayudarlos a escapar, a vivir lejos de la maldad y a construir una nueva vida. Sabía que no los podría tener escondidos en la iglesia mucho tiempo sin que alguien se percatara o se enterara de que algo raro estaba ocurriendo, con eso de que pueblo chico infierno grande…

Bueno, la cuestión es que el padre se decidió a ayudarles y les entrego un frasquito de veneno no letal. Tenía la cualidad de provocar una muerte fingida. El cuerpo de quién lo tomaba detenía todo signo de vida por algunos minutos, recuperándose al poco tiempo y sin ningún tipo de efecto secundario. La solución perfecta, pensaron ellos.

Acordaron que Romelio tomaría un buen trago de veneno, y ella saldría a decir a los Montesitos y los Escapularios que para evitar más pérdida de sangre entre ellos, ella misma se había despachado al Romelio que luciría en sus ropas manchas del vino de consagrar que el padre les había dado.

Y así lo hicieron, pusieron el cuerpo de Romelio en las escalinatas del atrio de la iglesia y tomo su buen trago, de hecho como le gusto el sabor, se dio el lujo de darle otro traguito.

Ella salió y busco a los pandilleros, con las manos en lo alto les grito y les dijo que ya no quería más sangre derramada, que no quería la guerra entre ellos. Y con lágrimas en los ojos les dijo que ella misma había matado ya al Romelio y que yacía sin vida en la iglesia.

Todos se admiraron de tal acción y fueron a comprobar con sus propios ojos la muerte de Romelio.

Al verlo ahí, tendido en grotesca posición, se acercaron para comprobar la respiración… ¡nada! No había signos de vida en aquel cuerpo inerte. Poco a poco se comenzaron a retirar. No sabían que el padre había llamado a la policía y que afuera ya los esperaban para cargarlos a todos por los varios asaltos y asesinatos que habían cometido a lo largo de los años. No opusieron resistencia. Estaban admirados del valor y del sacrificio que había realizado Juliota al matar al hombre que amaba, y todo por ellos, para que no sufrieran consecuencias de muerte entre ellos mismos.

Al encontrarse solos nuevamente, Juliota esperaba con desesperación el despertar de su amado Romelio, quién, como había tomado dosis extra del veneno, tardaría el doble para regresar. Pero Juliota y su desesperación no tenían consuelo. Ella lloraba creyendo verdaderamente muerto a Romelio, al único hombre que había amado en su vida. En su vida que de pronto tuvo un motivo y que ahora nuevamente no tenía nada.

Suplico a Dios por la vida de su amado. Suplico a los santos también. Y de pronto vio una figura de San Miguel, que en su mano derecha empuñaba tres relucientes espadas. Y se decidió a acompañar a su amado en el viaje al más allá. Sin pensarlo y a pesar de sus incapacidades subió y le robó a San Miguel la espada de en medio – Al fin que tú tienes otras dos, pensó- .

Bajó y se hincó al lado de su amado, besó su mano y besó sus labios. Sin pensar más, enterró la espada en el medio de su pecho, tuvo que hacer todavía un esfuerzo para poder atravesar la joroba… y murió a los pocos segundos.

Romelio se despertó y sintió el peso muerto de Juliota sobre su cuerpo, sintió la sangre de su amor en sus manos. Desesperado, tomo la espada y la regreso a la mano de San Miguel. Se limpió  las lágrimas de sus ojos y salió dejando atrás a la Juliota y su cuerpo sin vida.

Romelio se perdió entre las curvas de la carretera. Cuentan que en Izucar de Matamoros anda rondando y robando gente. Dicen que no anda solo, que lo acompaña una mujer de desviada mirada y joroba exagerada, así como tres jorobaditos. Pero esta historia, aun no se ha comprobado.



Carlos Eduardo Lamas Cardoso.

Derechos reservados.

jueves, 19 de julio de 2012

Amor a la primera mordida.


Amor a la primera mordida.
El la miró con desdén, con esa indiferencia con la cual siempre mira a las mujeres.
Ella lo miró embelesada, había algo en el que no podía entender, pero que le atraía fuertemente, como la playa siempre atrae las olas del mar. Era tan fuerte la atracción que ella sentía, que no podía evitar seguirlo con su mirada para todos lados.
El pensó que ella sería otra más. En sus dos o tres centenares de años en este mundo había conocido a una inmensa cantidad de mujeres. La mayoría de ellas con una belleza impresionante. Así que simplemente se dijo: “Si, ella será otra más”
Ella se sentía completamente atraída por ese ser, tan masculino, tan fuera de lo normal. Eventualmente podía ver en sus ojos un brillo color granate que lo hacía ver aun más atractivo. Cuando él la veía, ella sentía que todo su cuerpo se estremecía de una manera que no había vivido nunca. Ni en sus momentos más íntimos recordaba una sensación tan placentera.
El se decidió a iniciar el acecho. Era una simple rutina, o al menos eso fue lo que creyó.
Ella lo sentía aunque no lo veía. Sentía ese suave calor en su cuerpo cuando él la rondaba.
El se escondía entre las sombras de las noches o los días, solo la miraba. No le daba un minuto de reposo. La seguía como la nube sigue la dirección del viento; como la corriente del río sigue su sinuoso cause.
Ella era la presa,,, el era el certero cazador.
Llego el momento del acercamiento.
Ella dormía, serena, apacible, sin saber que muy pronto le llegaría el cruel momento.
El la vio dormida, bella. Impresionantemente hermosa. Al descubrir la elegancia de su cuello, se imagino el manjar en su boca. Primero besando,,, después mordiendo, después chupando ese liquido viscoso tan anhelado, tan deseado, tan lleno de vida para él.
Se acerco lentamente, midiendo milimétricamente el punto exacto de su encuentro.
Ella no sintió el momento en que él se le acercaba. No sintió el momento en que su piel acariciaba.
Una leve sonrisa en sus labios descubrió brevemente el brillo de unos cortos y afilados colmillos.
Ella sintió el beso. Beso que incendió su cuerpo con alborotadas llamaradas. Y lo vio.
Y al verlo se lleno de gozo porque ella lo deseaba más que a ninguna otra persona en este mundo.
El comprendió.
Ella sintió la mordida levemente y lo escucho decir en un suspiro: “Tú serás”.
El se retiro como si nunca hubiese estado en esa habitación.
Ella despertó. Al verse en el espejo encontró un leve brillo rojizo en sus pupilas.
Ella y el vivieron otra eternidad.
Carlos Eduardo Lamas Cardoso.
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